Aparentemente, el agua embotellada permite gozar de la pureza y la frescura de manantiales prístinos; este es el principal reclamo publicitario, garante de un gran aumento en el consumo. Nada más lejos de la realidad.
Muchas marcas sencillamente ofrecen agua del grifo filtrada (como fue el sonado caso de Dassain en el Reino Unido, filial del gigante Coca-Cola) y disfrazada bajo un elegante envase y una buena campaña de márqueting, capaz de lograr que el consumidor beba un líquido de menor calidad que el del grifo de su propia casa y a un precio más de 400 veces mayor. Además, el proceso de fabricación, transporte y residuos generados por esta industria conlleva un gran e innecesario volumen de contaminación.
La polémica del agua embotellada va aún más allà: al parecer, los niveles de bromato (sustancia tóxica derivada del proceso de filtrado industrial) que presentan algunas marcas exceden el doble de los límites permitidos, y los envases de plástico PET transmiten antimonio al líquido, en función de las condiciones de almacenamiento.
Otra cara oscura de este negocio es, como en tantos otros casos en los que la industria se alimenta de recursos naturales, la actitud depredadora de algunas compañías que, en su afán insaciable de crecer sin parar, expolia manantiales hasta agotarlos, acabando con los ecosistemas que en su día se alimentaron de las corrientes hídricas, e imposibilitando otros usos más harmónicos como la agricultura.
Para ahondar más en el tema, es muy recomendable el siguiente vídeo, que forma parte del proyecto Story of Stuff (La Historia de las cosas), una mordaz aproximación a la sociedad de consumo que nos relatas las impronunciables e incómodas realidades que generamos con nuestro modus vivendi.
No hay comentarios:
Publicar un comentario