22 de Marzo, Día Mundial del Agua. La reciente celebración de esta efeméride nos arroja nuevos datos aterradores sobre el presente y el futuro del acceso al agua potable: en la actualidad se estima que 884 millones de personas no disponen de este bien fundamental, lo que equivale a más del 7,5% de la población mundial. La escasez afecta a los países en vías de desarrollo, y las previsiones apuntan hacia la agudización del problema.
Tal y como afirma la ONU, la calidad del agua es vital para la supervivencia de todos los organismos vivientes y el funcionamiento de los ecosistemas, comunidades y economía.Sin embargo, a día de hoy, es ya un grave problema que azota a centenares de millones de personas; además de esta imposibilidad de acceder a agua óptima para el consumo, hasta 2600 millones de humanos (el 39%) no disponen de mecanismos basados en el agua que permitan los servicios higiénicos básicos, capaces de evitar el contacto de los humanos con desechos fecales.
La eucaristía del agua mata a más gente cada año que todas las guerras y conflictos violentos juntos: 4000 niños mueren diariamente por falta de recursos sanitarios, y la agudización de la escasez es fuente de nuevas disputas armadas. Además será una de las principales causas de la aparición de Estados fallidos y de nuevos regímenes autoritarios.
Los cursos de agua dulce, alrededor del 1% de la cantidad total de agua del planeta, están severamente castigados: la mitad de las especies que habitan en este medio están en peligro de extinción, y la civilización humana arroja diariamente más de 2 millones de toneladas de residuos en ríos, lagos, mares y océanos.
Uno de los Objetivos del Milenio de la ONU para 2015 era recortar a la mitad el número de personas sin acceso al agua (meta 7.B) Pese que en la faceta del agua para consumo parece que se alcanzará la meta fijada, no será así en el ámbito del uso hídrico para el saneamiento (informe de 2009).
Hay tres frentes para solucionar el problema: prevenir la contaminación, tratar las aguas y restaurar los ecosistemas hidrológicos. Los informes de la ONU destacan sin embargo que la acción local es fundamental para lograr avances; las inversiones en infraestructura sanitaria y agua potable tienen compensaciones y cada dólar invertido puede suponer entre tres dólares y 34 dólares en desarrollo. Los países pobres que han mejorado el acceso a agua limpia y los servicios sanitarios tienen un ritmo de crecimiento económico medio de un 3,7% anual, frente al 0,1% de los que no lo han hecho.
Es remarcable destacar que con sólo una inversión de 20 millones de dólares en tecnologías para el agua puede sacar de la pobreza extrema a 100 millones de familias dedicadas a la agricultura.
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