Este sensacional artilugio es fruto de la sabiduría aplicada y perfeccionada tras miles de años de uso. Su óptimo funcionamiento sólo se da en el Mediterráneo y en pocas más áreas del planeta, ya que requiere de un ambiente seco y cálido, pero también podemos ver un efecto similar en la transpiración de muchos seres vivos.
La clave para que el milagro suceda es el material poroso que conforma el botijo: la arcilla. Gracias a ella, cuando tenemos una vasija llena de agua, una pequeña parte del líquido se filtra por los minúsculos orificios presentes en este material, entrando en contacto con el ambiente cálido exterior. Dado que la cantidad de agua exudada es ínfima, ésta se evapora de forma casi inmediata; el proceso de transformación requiere de cierta energía térmica, que es tomada del agua que todavía permanece en el recipiente, por lo que su temperatura disminuye.
Distribución climática del planeta:
En 1994 Gabriel Pinto y José Ignacio Zubizarreta, dos profesores de la Escuela Técnica de Industriales de la Universidad Politécnica de Madrid, lograron hallar la ecuación que definía este efecto refrigerante. Una vez formulado y traducido al inglés, remitieron el artículo para su publicación en EEUU, pero dado que por aquellas tierras el botijo no es un objeto conocido, tuvieron que darle identidad: The botijo, the earthenware pitcher with spout and handle (cántaro de barro con pitorro y asa).
Leer más sobre el tema:
Historia del botijo, tipología de la arcilla y principios termodinámicos en Revista del aficionado a la Meteorología.
Enfriamiento del agua contenida en un botijo de la web de la Escuela Técnica Superior de Ingenieros Industriales (Universidad Politécnica de Madrid).
En el próximo post se tratará de las aplicaciones actuales de este curioso, útil y ecológico fenómeno:
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